martes, 23 de junio de 2009

La cara del miedo

Durante las últimas semanas mi casa se ha convertido en un zoo, y no, no hablo en plan metáfora. Cucarachas de varias especies tomaron mi casa. El cuarto donde antes respiraba tranquilidad, en el mismo que tengo el ordenador era su punto de encuentro. No pasaba un día sin que varias de ellas subieran a la mesa para que les enseñase informática, entrase en el baño y allí me encontrase a alguna en plan voyeur sobre el rollo de papel. Abrir cualquier cajón de la cocina era una tortura.

Por suerte y gracias al sabio Internet encontré varios métodos para acabar con ellas. Aún no se si ha sido efectivo, pero puedo decir que por primera vez en tres semanas duermo tranquilo, puesto a que tampoco he vuelto a encontrarme ninguna en la cama o escalando por la pared.

Reconozco que tengo pánico a estos hogareños bichos, pero no soy el único. En la naturaleza el miedo es algo compartido por todos los animales de la creación, es la forma que tiene el cerebro de decir "eh, mejor que salgas corriendo, que esto no pinta nada bien" (claro que también podría decir muchas otras cosas, pero hoy dirá esto).

Durante la vida uno va acoplando a su personalidad pequeños fragmentos de lo que le rodea. ¿En que momento a mi estos animalitos dejaron de resultarme indiferentes para transformarse en mi fobia?

Ya lo dijo aquel anuncio, " El ser humano es extraordinario", tanto que si uno se observase con atención en todos los aspectos, se daría cuenta de bastante cosas que desconocía de si mismo. Uno puede mirarse al espejo todos los días, y ver que poco a poco se ha ido convirtiendo en lo que quería, o puede pasar todo lo contrario. Ese es mi caso.

He pasado de una época de plenitud a una de incertidumbre, en la que nada es lo que parece, donde los amigos se vuelven contra uno mostrando una mascara de hipocresía. He comprobado que soy más débil de lo que en principio creí, pero más resistente de lo que jamás imaginaría. Débil por hundirme, resistente por nadar y dar la siguiente bocanada de aire.

Hace un tiempo escribí sobre mi forma de clasificar a las personas que me rodeaban, esta clasificación dejó bastante confundida a algunas de las personas que me rodeaban, y más de uno llegó a enfadarse; hoy no sólo me mantengo, si no que lo recalco.

Antes de seguir decir, que mi forma de comenzar el post no es una forma de comparar a ciertas personas con mis mascotas, faltaría más, porque las cucarachas al menos se quedan cuando todos se van.

Otra de las cosas que este vida me está enseñando a poco menos de un mes para mi veinticinco cumpleaños, es que la gente ya no sólo se mueve por interés, se mueve por miedo.

Por miedo a perder a alguien se puede llegar a límites insospechados; por miedo a perder el trabajo se puede pisar la cabeza de cuantos amigos y conocidos hagan falta; etc.

Siempre se llega a un edad en la que uno mira hacia atrás y ve el camino que ha andado, y en muy pocas ocasiones uno comprueba gustoso que esta justo donde quiere estar, pero, ¿qué para con los que no nacimos con una estrella metida en el c*lo? Simplemente miramos y nos echamos las manos a la cabeza, tratamos de ver en que punto nos equivocamos y como volver al buen camino. En tercer lugar estan los que simplemente vuelven ligeramente la cabeza, para así no tener tiempo de reflexionar, porque son conscientes de que realmente metieron la pata una y otra vez, y por tanto tienen lo que se merecen ¿qué pasa con ellos? Simplemente son los que nunca se observaran, porque simplemente no les interesa lo que puedan descubrir.

Asi que hoy puedo hacer otra deducción. " El mundo lo mueve el interés y el miedo".

Un saludo y gracias por su tiempo